viernes, 25 de marzo de 2016

Llegada, primeras vueltas, Luis y la Catedral del Tango

Llegada_primeras_vueltas_luis_y_la_catedral_del_tango
Buscando un taxi apareció Luis, quien parecía un chef italiano, de cachetes inflados y nariz aguileña, algo panzón, pero enérgico y muy dinámico. El frío ya se hacía sentir amenazando penetrar las pieles. Le eché el cuento, me anime a decirle que veníamos de Venezuela y que era nuestra primera vez en Buenos Aires. Me dijo en esos segundos que conocía Venezuela, que había vivido allí, y haciendo una breve pausa para hacer memoria pero sin dejar de hablar, nos dijo “Sabana Grande, sí, allí viví unos años”. Nos sugirió lo mismo que Lucas pero con menos palabras. Estuvimos de acuerdo. A mí me pareció un buen tipo, natural, sin sinuosidades, familiar, muy conversador ¡No paraba de hablar!

   Discurriendo sobre la furia de nuestra ciudad y sus crónicas rebeldes, aproveché de obsequiarle uno de los dos ejemplares que me llevé de mi libro, que había sido publicado un par de meses antes. Luis tuvo un gesto de aprecio sincero y de sano interés en su lectura, pero seguía manejando. Llenos de expectativas, de una ansiedad moderada por el cansancio, le comentamos a Luis el itinerario que teníamos para conocer algunos íconos de la ciudad. Teníamos algunos en mente gracias a algunos roqueros argentinos, TeleSur y la internet: La torre Kavanah, el Palacio Barolo, la Av. Corrientes, los teatros, la 9 de julio, los cementerios. Cafés, lugares, palacios y monumentos. Luis habló con propiedad. Nos hizo recomendaciones. Cuando le hablamos del Café Tortoni nos dijo que tomar un café ahí costaba lo que un almuerzo completo en otros lugares, que si era un sitio histórico y tal pero que el lugar a donde van los argentinos a tomar café no era ese. Ese dato no lo cogí y el Tortoni fue una de nuestras paradas obligadas en la Avenida de Mayo. Si pude notar el carácter de clase o, mejor, el aura o connotación que algunos sitios parecían tener desde una visión más local, política, popular. Intuí, también, que más allá de la reputación que adquirieron algunos locales de tradición, Baires tenía más que eso y mejor si caminan muchachos porque Baires tiene mucho más que ofrecer.

   Esto último lo comprobé al tocar el tema de los shows de tango, que los había para todos los gustos, clases, inquietudes, veleidades y caracteres. El Luis mostró simpatía por la Casa Gardel y nos la recomendó de corazón, pero enfatizando más aquellos lugares, las Milongas, donde se pueden disfrutar de los auténticos cantantes del género, verdaderos trovadores de la noche porteña. Si existía un Señor Tango, Luis prefería la Catedral del Tango, esa era su opción y la defendía enérgicamente, como quien da el dato pa la última carrera. Aquel era una Tanguería, este era una Milonga. Eran contrastes, económicos, estéticos -no sé si hasta culturales y políticos pero casi seguro que sí- y había además, me parece, cierto interés en protegernos de alguna noche onerosa. Claro, le habíamos comentado sobre nuestras limitaciones en cuanto a efectivo. Éramos unos primerizos en Buenos Aires, la hermosa, la grande.

Descubre más de Sin Descanso en Buenos Aires: http://amzn.to/25oNEmC

No hay comentarios:

Publicar un comentario