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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Sin Descanso en Buenos Aires: vuelven las fábulas a la Ciudad de la Furia

Como dijo Marc Augé, este viaje pudo ser una especie de "paréntesis sustancial de la identidad"; aunque al final ese paréntesis tuvo mucho de descubrimiento y re-afirmación. Así, puedo asegurar que, tal como te ha pasado a ti, fue un mágico encadenamiento de encuentros y resurrecciones esenciales, y "una fugaz ruptura con la alienación". Un paseo por la gran Patria o, por qué no, alrededor de nuestra querida gran nave espacial, es la vida viviéndose a sí misma, una plenitud sin manchas; el blues que todos debemos escuchar y el tango que todos tenemos que bailar.

Hoy, las imágenes vuelven con el sonido de la guitarra o el bandoneón. La magia persiste.


Porque, ¿Quién que no lo haya consumado, no ha querido hacer un viaje con su compañera cósmica?

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sábado, 7 de mayo de 2016

Cómo y por qué escribí “Sin Descanso en Buenos Aires”

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Desde que publiqué Sin Descanso en Buenos Aires, el pasado diciembre, son varios los conocidos, amigos y amigas que me han hecho llegar sus críticas y comentarios, en general positivos y muy útiles; hasta he tenido la satisfacción de haber inspirado a una de ellas al desvarío laborioso de juntar frases y párrafos, con el propósito de crear un libro.

Tal cosa me causa satisfacción y me motivó a escribir estas palabras, con la idea de contar un poco cómo nació el proyecto de escribir el libro, el cual fue concebido como la bitácora del viaje que este servidor hizo a la ciudad de Buenos Aires con su ex pareja, entre el otoño y el invierno de 2011. Y lo primero que quiero contar tiene que ver con el por qué, con aquello que me inspiró a escribir, una pregunta clave que todo escritor debe hacerse antes de lanzarse a la aventura y cuya respuesta te dará el impulso necesario para acometer la tarea.

Lo segundo, tiene que ver con el género escogido para plasmar la experiencia, que en este caso fue la crónica, un factor que explicará por sí mismo algunos de los rasgos dominantes de un libro que, por otra parte y debido en gran medida a la libertad que otorga este género, por momentos incursiona en las formas del ensayo y, también, en algunos pasajes adquiere un tono ciertamente novelesco que viene dado por el espacio que dedico a mi acompañante y las situaciones que sobre nosotros develo en el transcurso de la narración.

Además, quienes hayan leído y quienes se atrevan a leer el libro, percibirán de inmediato su carácter autobiográfico, su aire de manifiesto personal y de pretexto para deslizar algunas ideas sobre la sociedad y el mundo en que vivimos, con cierto sabor crítico, en medio de la relación del itinerario intenso y agitado que vivimos como una pareja más de venezolanos que pasaron una semana bastante movida, idílica y mágica, en una ciudad considerada “extraña” por Julio Cortázar, quien también la llamó “ciudad del Bajo”.

Dicho esto, pasaré a responder la primera pregunta, la cual, recuerda, debes hacerte cuando quieras sentarte a escribir sobre cualquier cosa en cualquier género. Ya sé que escribes porque te gusta, por placer; para desahogarte o porque simplemente no lo puedes evitar. Mi sugerencia es que te hagas la pregunta si lo que quieres es sacar esas palabras a la luz. A medida que vaya desarrollando las ideas, iré comentando y respondiendo las críticas y comentarios que me han hecho recientemente. Entonces, ¿Por qué escribí Sin Descanso en Buenos Aires?

Cuando decidimos hacer el viaje a la ciudad del Bajo, estaba lejos de mí la idea de escribir un libro a partir de la experiencia. Lo que sí es cierto, es que un mes antes había empezado mi primer proyecto independiente en Internet. Tenía mi propia web de noticias, ya había creado mi blog personal, y generar mi propio contenido de opinión sobre el acontecer nacional y regional se venía convirtiendo en un hábito. De este antecedente, debo destacar que la web nació con el objeto de promover el periodismo de investigación; de promover el uso de la crónica como medio para informar de forma creativa y literaria sobre los hechos, y así, como periodistas, como artistas, quitarnos la máscara de la objetividad asumiendo que todos reflejamos indefectiblemente un punto de vista de la realidad.

Previamente, me venia documentando sobre la non-fiction, ese género híbrido que partía de la realidad pero que utilizaba los recursos estéticos de cualquier novelista, narrador o cuentista para crear sus textos. La cosa me parecía maravillosa, un género bárbaro; tal vez porque me sentía justificado en mi tradición de declinar la regla común, las rigideces de la academia, las formalidades, la tradición, etc., al tiempo que percibía unos aires singulares de libertad, donde la importancia del periodismo como oficio no contradecía la intención estética y la visión particular del escritor. Tenía libertad. Sí, libertad.

Antes y después del viaje, me tragué los clásicos de eso que se dio en llamar non-fiction: A sangre fría (Capote), Operación masacre (Walsh), Por la libre (García Márquez), entre otros libros obligatorios del género. Más adelante, pude constatar que muchos de mis artículos eran algo así como crónicas reflexivas. Empezaba echando un cuento, pintando una atmósfera, describiendo escenarios, planteaba diálogos; pasaba de la primera a la tercera persona y viceversa, divagaba un poco y, después, bien entrado el texto, entraba en la materia de mi reflexión. Cómo escuché decir mucho después a un gran escritor local-universal, “yo había empezado a escribir crónicas sin darme cuenta.”

Este factor fue clave en la idea que surgió, ya en Caracas, de escribir unas crónicas donde plasmaría mis impresiones sobre la aventura; un viaje que, como en el caso de Gina, era mi primer viaje al exterior, sin duda un factor que explica mi particular excitación con la experiencia, y el deslumbramiento con una ciudad que ya ocupaba un lugar especial en mi imaginario, tal como lo explico en las primeras páginas del libro. Y de ahí a la idealización, como me ha ocurrido también con libros y mujeres, solo hay un paso. Este factor es el que explica la euforia, y el hecho patente de haberme centrado en los aspectos positivos dignos de celebrar, de los cuales ya tenía referencia.

Dice mi amiga Vanessa: “da la impresión de que tus expectativas y suposiciones sobre Buenos Aires se cumplieron al 100%, nada te decepcionó gravemente, llegaste con una impresión de postal y sales con ella.” Efectivamente, el tiempo corto pero intenso de mi estadía en la ciudad, una visita que fue más la de un viajero que la de un turista; mi carácter de primerizo y el bagaje que ya llevaba sobre la tierra de mis íconos rockeros y literarios, neutralizó en parte la posibilidad de hablar sobre los aspectos oscuros de la ciudad. Con todo, el texto no está ausente de observaciones críticas sobre esa sociedad y su historia. De tal manera, mi deslumbramiento, como también lo dejo sentado al principio, fue mucho más allá del cliché de la fascinación “turística” por la carne, el vino, el tango y el obelisco. Eso sí se lo dejamos a las postales.

Tal vez, la idea de dejar testimonio del viaje haya surgido durante nuestro paseo por esas calles, ya embriagado de la atmósfera cultural, templada y vanguardista, de una ciudad monstruosa, en el amplio espectro de la palabra. Así, al final de cada jornada, abría la portátil, colocaba la fecha, y anotaba las palabras clave de los lugares que habíamos visto ese día. Al hacerlo, no sabía muy bien por qué lo hacia; o sí lo sabía, armaba un esquema básico que después me serviría para escribir el libro. Una vez aquí, la satisfacción sumada a una especial motivación, determinaron mi decisión de emprender la aventura. Instintivamente, ya adentrado en el mundo de la crónica, sabía que el viaje era el pretexto perfecto para dejar mi “declaración de principios”. Después lo supe: es algo que le ocurre a todo escritor novel. Estaba inspirado, motivado, al mismo tiempo cabreado, y quise gritarle al mundo lo que pensaba sobre algunas cosas.

Dice Vanessa: “narrativamente me hubiera interesado saber el antes y el después de la pareja, sobre todo porque se insinúa que el viaje antecedió al final de la relación”. Efectivamente, una de las cosas que trasluce la narración es el tema relación de pareja. Se asoma, tenuemente, una situación conflictiva, que no es el tema de la crónica, pero que se incorporó de forma natural a una narración que tiene cierto tono de “fin de ciclo”. Como documento, el libro refleja varios finales; uno de ellos, el de una relación de pareja. Esta es la razón, por la que algunos han visto rasgos de novela en una crónica de viaje que se permitió algunas libertades. Pero, como no se trata de una novela, da la impresión de que no hay “evolución en los personajes” o “profundidad en sus conflictos”, elementos clave en una novela pero que no tenían por qué estar presentes en este caso.

No deja de ser curioso que algunas amigas se hayan identificado con el personaje. No es el caso de Vanessa −digo yo− pero me día cuenta que desperté cierta curiosidad con el asomo de algunas situaciones que generaron cierto interés en el tema de nuestra relación. Que si la amaba, que si no la amaba; que si no la dejé hablar en el libro, que mi voz se impone a lo largo de la historia; que si aún la quiero, son inquietudes que surgen de un hecho claro: la crónica como género híbrido, que en este caso es también ensayo reflexivo y tiene, como he comentado, cierto aire de novela. Pero no es una novela. Con todo, el comentario es válido porque, ¿Por qué no haber desarrollado el conflicto entre los protagonistas, sus problemáticas existenciales y conflictos internos, con Baires como fondo? Hubiera sido perfectamente posible, pero el resultado hubiera sido otro, talvez una novela, ciertamente un libro más interesante, distinto de la propuesta cronológica, lineal aunque abundante en digresiones, que finalmente resultó. 

Otro factor importante durante la redacción del libro fueron las fotografías que tomé, que fueron más de cien por día. Junto al esquema, los recuerdos, las anotaciones que iba agregando y las reflexiones que “me iban llegando”, ahí estaban las fotos. Por esos días, dí en la red con la conocida entrevista que le hicieron a Cortázar en la Tv española, en la que este menciona un libro suyo poco conocido llamado “Buenos Aires, Buenos Aires”. Este fue producto de un conjunto de imágenes de la ciudad captadas por dos conocidas fotógrafas de la época, a las que el cronopio le añadió las letras. Así, al volver sobre las fotos de cada día, me transportaba de inmediato a aquella ciudad, como buenos cuentos cortos que son, aportándome una memoria secundaria que me permitió describir al detalle algunas escenas.

Agradezco lo del estilo literario limpio, directo y elegante. Lo cierto es que desde que plasmé la primera página, cada noche, muchas veces al llegar de la clase de yoga, oxigenado y en estado de plenitud, me sentaba y escribía al menos una página, a veces dos o tres; otras, ninguna, aunque siempre me permitía leer lo hecho hasta el momento, revisar, y deleitarme siempre con los recuerdos y la invasión de sensaciones. Escribir ese libro se convirtió en un acto lúdico, en un placer similar al de sentarse con amigos a conversar y beber vino mientras escuchas el mejor disco de Spinetta. Fue algo así; aunque más solitario, como imaginarás.

Con este arranque enérgico y feliz, factor clave para concretar todo proyecto literario o de cualquier tipo, lo demás viene por sus propios pasos, con el tiempo, la constancia, la palabra de aliento de algún amigo, la disciplina y, como ya intuías, el factor locura. Este es un ingrediente inestimable, siempre digno de los más caros elogios.


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Espero que estos desvaríos puedan servir de algo a mis lectoras (es), a todos aquellos que han empezado a escribir su “declaración de principios” o su “manual para una vida en libertad”, agradeciendo por los comentarios y críticas recibidas hasta ahora.

jueves, 21 de enero de 2016

Embriagados en el espíritu de la seductora ciudad de la furia

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Desde la primera noche que pasan en un hotel del centro de la ciudad, ambos se dan cuenta que durante su estadía en Buenos Aires llevarían hasta el exceso los deseos de gozar, movidos por una sensación de adolescente libertad, en una ruptura temporal con las obligaciones laborales y la red de relaciones y expectativas de su país de origen. Gina y Vincent se entregan a la ciudad y al sexo como nunca, inspirados por estar en la tierra de sus íconos musicales y literarios, y viven un idilio inusitado que por momentos enseña el rostro de los muros insalvables que no lograrían superar como pareja. A lo largo de esos días se suceden episodios que van de lo estético a lo político, de lo erótico a lo esotérico, en un itinerario en el que ambos caen embriagados del espíritu de la seductora urbe.

Buenos Aires se ve, al decir de Cerati el entrañable, tan susceptible. Y nosotros, entregados a ella desde la distancia, no somos menos caraqueños ―o madrileños o habaneros― por eso, ni ella deja de ser la jeva, ¿o mina? que siempre nos alienta a tirarnos el lance. Así, los viajeros recalan en la ciudad del Bajo dispuestos a dejar su impronta, antes de partir en vuelo definitivo, en medio de una alucinación, para instalarse de nuevo en el valle furioso, con la sensación de final de cuento, de un ciclo ya cerrado, aunque con una sonrisa en los labios y una lengua que los acaricia.

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miércoles, 20 de enero de 2016

El prólogo de Luis Santi para leer "Sin Descanso en Buenos Aires"

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¿Quién que aún no lo haya consumado, no ha querido viajar a Buenos Aires? Esa especie de Meca nuestra del Sur, existente, presente en sueños, en frases, en libros; habitante de nuestra imaginación. Poblada de referencias circulares, bifurcadas, que se encuentran luego del tránsito obligatorio por senderos de terror, de música, de temblores, y se vuelven a difuminar, como en un delirio.

Buenos Aires se ve, al decir de Cerati el entrañable, tan susceptible. Y nosotros, entregados a ella desde la distancia, no somos menos caraqueños ―o madrileños o habaneros― por eso, ni ella deja de ser la jeva, ¿o mina? que siempre nos alienta a tirarnos el lance. Igualmente, por aquí han recalado porteños que, luego de dejar su impronta, han partido en vuelo definitivo a instalarse en la memoria de las gentes de todo el mundo.

Quizá nosotros para ellos somos ese Caribe anhelado, atrapado en un eufemismo y hasta un cliché, a veces apasionante e indescifrable para las almas humeantes y dolidas. Somos política efervescente, contradicciones, intensidad, amenaza a la vida mullida, caos, sol, calor, caderas de hembra imposibles de hallar en un cigarrillo y una melena platinada, distante y solitaria, que avanza a grandes trancos vaporosos por cualquiera de esos lugares míticos: La Boca, Caminito, Recoleta, Plaza de Mayo.

Vincent Corso, y su compañera arquetípica, van al hallazgo de esa pasión postergada por mucho tiempo, a desenrollar lo que estaba guardado en el pergamino personal. Desde la figura ambivalente de Faustino Sarmiento y su infame racismo hasta Jim Morrison y los caminos del exceso, viajando de Gardel a los Kirchner, y pasando por Maradona, aterrizan en el Borges más escurridizo; uno que da pie a nuevas conjeturas sobre su verdadero paso por este mundo, si es que no era un extraterrestre que vivió sólo dentro de sus cuentos, novelas y demás travesuras escriturales.